Fragmentos sobre el orgen de la filosofía y el origen del universo. Aristóteles, Metafísica, 982b- 983a. (Gredos, Madrid 1970, p.14-17).Que [la filosofía] no se trata de una ciencia productiva, es evidente ya por los primeros que filosofaron. Pues los hombres comienzan y comenzaron siempre a filosofar movidos por la admiración; al principio admirados ante los fenómenos sorprendentes más comunes; luego avanzando poco a poco y planteándose problemas mayores, como las cambios de la luna y los relativos a sol y a las estrellas, y la generación del universo. Pero el que se plantea un problema o se admira, reconoce su ignorancia. (Por eso también el que ama los mitos es en cierto modo filósofo; pues el mito se compone de elementos maravillosos). De suerte que, si filosofaron para huir de la ignorancia, es claro que buscaban el saber en vista del conocimiento, y no por alguna utilidad. Y así lo atestigua lo ocurrido. Pues esta disciplina comenzó a buscarse cuando ya existían casi todas las cosas necesarias y las relativas al descanso y al ornato de la vida. Es, pues, evidente que no la buscamos por ninguna otra utilidad, sino que, así como llamamos hombre libre al que es para sí mismo y no para otro, así consideramos a ésta como la única ciencia libre, pues ésta sola es para sí misma. [...] As�, pues, todas las ciencias son m�s necesarias que �sta; pero mejor, ninguna. Hes�odo, Teogon�a 116 (en Kirk, G.S. y Raven, J.E., Los fil�sofos presocr�ticos, Gredos, Madrid 1969, p. 43-44). "Antes que nada naci� Caos, despu�s Gea (Tierra) de ancho seno, asiento firme de todas las cosas para siempre, T�rtaro nebuloso en un rinc�n de la tierra de anchos caminos y Eros, que es el m�s hermoso entre los dioses inmortales, relajador de los miembros y que dome�a, dentro de su pecho, la mente y el prudente consejo de todos los dioses y todos los hombre. De Caos nacieron Erebo y la negra Noche; de la Noche, a su vez, nacieron �ter y D�a, a los que concibi� y dio a luz, tras unirse en amor con Erebo. Gea (la Tierra) primeramente engendr�, igual a s� misma, a Urano brillante para que la cubriera en derredor por todas partes y fuera un asiento seguro para los dioses felices por siempre. Alumbr� a las grandes Monta�as, moradas graciosas de las divinas ninfas, que habitan en los sinuosos montes. Ella tambi�n, sin el deseado amor, dio a luz al mar est�ril, al Ponto, hirviente con su oleaje; y despu�s, tras haber yacido con Urano, alumbr� a Oc�ano de profundo v�rtice, a Ceo, Cr�o, Hiperi�n y Japeto..." Arist�fanes: Aves 693 (habla el coro de aves) (en Kirk, G.S. y Raven, J.E., Los fil�sofos presocr�ticos, Gredos, Madrid 1969, p. 69-70). "En un principio exist�an Caos, la Noche, el negro Erebo y el ancho T�rtaro y ni Ge ni Aer ni Urano exist�an; en los senos ilimitados de Erebo, la Noche de negras alas alumbra primeramente un huevo, del que, al t�rmino de las estaciones, brot� Eros el deseado, brillante su espalda con alas doradas, semejante a los ventosos torbellinos. �ste, tras unirse al alado Caos tenebroso en el ancho T�rtaro, empoll� a nuestra raza y fue el primero en sacarla a luz. No exist�a la raza de los inmortales hasta que Eros mezcl� entre s� todas las cosas; y, al mezclarse unas con otras, naci� Urano, Oc�ano, Ge y la raza imperecedera de todos los dioses felices. As� somos, con mucho, los m�s antiguos de todos los bienaventurados."
|